domingo, 28 de febrero de 2010

Escritos propios: 8. Descripción de espacio

Una enorme puerta de roble de dos hojas, ahora viejas y destartaladas, brinda entrada a la estancia, un hemiciclo perfecto de techo invisible, lejano hasta el infinito. Cuatro lámparas de luz ambarina separadas entre sí por el mismo trecho ofrecen descanso a una oscuridad que sin ellas seria total. El pasillo central discurre en ligero descenso hasta el punto opuesto de la sala. A ambos lados, otros dos hacen el mismo camino, paralelos a él. La tríada distribuye en perfecto orden los centenares de butacas tapizadas en escarlata renegrida. Sus brazos de madera oscura y carcomida aun dejan entrever ribetes floreados en ocre, la misma ornamentación de la balaustrada de los palcos en los pisos superiores, así como de los asientos que esconden detrás, aunque éstos más anchos y cómodos. El tejido esmeralda y acorchado del suelo ha perdido ya todo su valor; todo él recubierto de varias capas de polvo y escombros, anulando la majestuosidad del aterciopelado.

Allí abajo, donde confluyen los pasillos y a donde están dirigidas todas las butacas, un muro relativamente bajo diferencia el espacio rectangular propio de la orquesta que debía acompañar a las representaciones, dándoles ritmo y sensación. Está al menos un metro por debajo del nivel de las primeras filas de asientos, y su pared más lejana representa la recta de la forma semicircular de la sala. Pero hay más: justo enfrente, mucho más alto y fuera ya de la silueta, se alza el gran escenario, enorme, enmarcado por un pesado telón granate y polvoriento.

Todo respira un silencio veterano e inquietante, un silencio que no conoce más ruido que el crujir del lejano techo en días de ventisca o lluvia, o el correteo de los roedores bajo las alfombras y tablas de madera. Sin aberturas aparentes al exterior, el aire aprisionado es de tal calidez que sofoca y oprime. Un lugar olvidado, sobado por el tiempo, sin tregua. Un punto desaparecido de la realidad. Un espacio fallecido y olvidado por los demás.

Pero no, aún no es el fin. En medio del escenario, tras la concha del apuntador, hay una butaca arrancada de no se sabe dónde. Y desde allí, sentado cómodamente, en el corazón de éste su hogar, la mirada juiciosa de él se clava en nosotros, culpándonos.

2 comentarios:

Juan Trystero dijo...

Me gusta bastante la descripción aunque creo que es interesante hacer descripciones más simples. No sé dónde oí que una de las mejores descripciones en castellano es de Baroja y lo único que dice es: "La calle era larga y olía a pan". Quizá ésto es un poco exagerado pero a veces recargar el texto con palabras le resta fuerza.

Unknown dijo...

¡Hola de nuevo, Yo!

Yo creo que no se puede tener una fórmula para las descripciones y hacerlas siempre largas o cortas. Simplemente deben ser tal como las requiere el texto. Es decir, si el espacio va a jugar un papel importante en la historia, bien puede describirse en una o dos páginas; mientras que si por el contrario explicarlo sólo es necesario para situar el lector en un contexto, con un par de frases bastaría.

Por supuesto, siempre hay excepciones y cada cuál utiliza las descripciones según le parece, más si cabe si son escritores de la categoría de Baroja. Y lo mejor, como en el ejemplo que pones, es que con lo más mínimo consiguen todo lo que se podría esperar. Pero claro, los más novatos no tenemos ese poder y, inseguros, tendemos a sobrecargar los textos. Espero aprender con el tiempo.

En este caso concreto, la descripción es así de larga porque lo requería el ejercicio. Debía crear atmósfera sin acción, mostrar el lugar en el que tendrá lugar parte de la historia (aún sin inventar)...

¡¡Muchas gracias por tu comentario!!